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Crucemos el Jordán, es un llamado a la acción, en fe, para pasar de un estado y a otro, en formación. Solo formados, podremos entrar a la tierra prometida.

Donde terminan tus fuerzas, comienzan las del Señor, pero debemos darle lugar al Espíritu Santo para que haga lo que tiene que hacer.

En medio de lo que atravesamos llega el momento que no podemos hacer nada, y eso representa “nuestro” Jordán, un límite donde ya lo humano no tiene parte, sino lo sobrenatural de Dios. Pasar esos obstáculos se convierte como en ese Jordán que tenía que cruzar el pueblo.

Todos tenemos que ser formados, que ser preparados y para eso debemos pasar por las pruebas, cruzar nuestro río. Nadie se escapa de situaciones difíciles, pero necesitamos la ayuda de Dios para avanzar; ¡tenemos al Espíritu Santo que nos guía a toda verdad!

En 2 Corintios 12:6-10, leemos una gran verdad y es que reconocer que somos débiles, nos hace fuerte en el Señor; y eso nos lleva a ver la manifestación de su poder y de su gloria.

Dependamos totalmente de Él, que no se trata de nuestras fuerzas porque ellas son limitadas, es permitir que el Señor haga, y vivamos creyendo que disfrutaremos en esta tierra de las bondades de nuestro Dios, no conoceremos muerte sin disfrutar de todo lo que Él tiene para nuestras vidas. 

Hoy derriba todo muralla de incredulidad en el poderoso nombre de Jesús. Nuestro Señor nos ha prometido que no nos va a dejar, no nos va a desamparar. ¡Seamos valientes, esforzados y creamos en que así ha sido y así seguirá siendo!

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