Nuestro anhelo como padres debe ser querer ser mejores cada día y así poder ejercer una paternidad afectiva y responsable.
Aunque en la actualidad la familia atraviesa una temporada de crisis debido a diversos factores, no debemos dejar de lado la importancia de criar bajo el concepto correcto de “Paternidad afectiva y positiva”, la cual implica el manejo de nuestras emociones hacia nuestros hijos.
Existen señales en nuestros hijos cuando estamos aplicando un modelo correcto de paternidad, y ellas son:
- Independencia.
- Autonomía.
- Felicidad.
- Comodidad con los padres.
Como hombres, muchos fuimos criados con estereotipos que nos hicieron daño, y un ejemplo muy común es el machismo, el cual limita a los hombres a pedir ayuda y evitando hablar esos temas que producen dolor.
Pero el Señor en su Palabra nos dice, en Salmo 32:8, “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos.”; y nuestro Padre Celestial es nuestro mejor ejemplo y consejero en cuanto a cómo debemos ejercer la paternidad correctamente.
Es necesario que seamos guiados, corregidos y se nos enseñe a avanzar; recibir esa muestra de amor y paciencia constante, para luego replicar eso en nuestros hijos. Y es de suma importancia, pues cuando no ejercemos nuestro rol adecuadamente, podremos ver en ellos: distancia, conversaciones sin confianza ni apertura, preferencias por acercarse más a mamá que a papá.
Debemos desafiar los estereotipos aprendidos, los libretos que nos hacen seguir patrones erróneos. Recordemos que el padre moldea la identidad de los hijos; y cuán importante es convertirnos también en sus mejores amigos.
Aprendamos a tener conversaciones difíciles con nuestros hijos, con nuestra familia, y buscar ayuda cuando sea necesario. No proyectar nuestras heridas y malas experiencias sobre ellos. Antes que padres, somos personas, pero ellos también lo son.
Seamos cuidadosos con nuestras acciones, los hijos asimilan nuestro lenguaje corporal. También, elogiemos sus logros y hagamos de la comunicación una prioridad. La dinámica padre-hijo debe comenzar con elogios y correcciones amorosas, eso nos lo enseña nuestro Señor en las cartas escrita a las Iglesias en Apocalipsis, y es un modelo aplicable en la actualidad: hay revelación de quién es Él, luego elogia los logros de la Iglesia, procede a la exhortación, les entrega la promesa de restitución y finaliza con una recompensa.
Pidámosle al Señor que sane nuestros estereotipos, heridas y emociones, y que nos lleve a ser esos padres que modelan un sacerdocio dirigido por el Espíritu Santo, levantando a una nueva generación, de la cual también tenemos que aprender, dejando atrás que todo lo que aprendimos en el pasado es lo mejor. ¡Pidamos sabiduría y revelación para ser padres que impacten!
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