Lo contrario a la sabiduría es la necedad. La necedad puede cegarnos al punto de hacernos caminar consumiendo nuestro tiempo en la tierra de manera irresponsable, sin compromiso, sin dedicación intencional.

Podríamos pasar años de nuestra vida dirigidos por este cáncer del tiempo. La necedad nos hace andar en un «rumbo
aparente», pero sin destino. Ella opaca la visión de vida, de trabajo, del ministerio, de nuestro servicio, haciéndonos muchas veces caminar torpemente, errantes y torcidos, con resultados desfavorables.

Moisés, el autor de esta oración (Salmos 90:12) entendió que algo los mantenía dando vueltas en el desierto, algo estaba robando el tiempo, algo los estaba haciendo errar en el blanco ¡Sus vidas se estaban desgastando en el desierto sin obtener los resultados! Ellos debían estar conquistando la tierra prometida, y estaban dando vueltas en el desierto.

La necedad hace dar vueltas, la sabiduría hace caminar hasta la conquista. La necedad había hecho entrar el pecado en el corazón del pueblo, se habían levantado contra Dios (se revelaron contra quien los liberó y llamó), había entrado la murmuración (se levantaron contra el líder), en pocas palabras: ¡sus corazones fueron llenos por satanás!

Esto me recuerda a Ananías y Safira (Hechos 5), ellos estaban dentro del pueblo, caminaban con el pueblo, creían en Jesús, pero a causa de corazones escasos de entendimiento, satanás los engañó y murieron.

¿Por qué son engañados? Tanto en el pueblo en el desierto como en Ananías y Safira, la clave es «sus corazones fueron endurecidos», se volvieron tercos en caminar de la mano de la visión; y aunque Dios siempre quiso conducirlos, ellos no quisieron ser conducidos. Corazones abundantes en conocimiento e inteligencia, pero escasos en entendimiento para con Dios.

Un corazón escaso de entendimiento, de sabiduría, que no reconoce su llamado de parte de Dios, no ve ningún privilegio en ser parte de los escogidos, no lo valora y éste será fácilmente tentado a levantarse en contra de la visión, aunque camine en el equipo. Es así como una generación perdió su tiempo de asignación en el desierto, caminando de la visión vivieron desasociados de ella, haciendo lo que creían que debían hacer y lamentablemente Dios tuvo que levantar una nueva generación con un corazón nuevo, vacíos de vicios y excusas, sin conocimiento, pero dispuesto a ser llenos del entendimiento, la sabiduría y la visión para conquistar.

Hoy Dios demanda cinco cosas determinantes para nosotros como sus hijos, llamados al servicio:

1) Debemos renunciar: a la necedad que nos aleja de sabiduría.

2) Debemos pedir perdón: si a causa de la necedad, hemos tomado a la ligera nuestro llamado descuidando nuestro tiempo y nuestras asignaciones.

3) Debemos arrepentirnos: si nuestro corazón ha sido endurecido, por lo tanto hemos sido tercos, desobedientes, rebeldes, irresponsables, críticos a la visión, indispuestos para dejarnos dirigir, etc.

4) Debemos abrirnos: para recibir iluminación de nuestro entendimiento, para cumplir con nuestro tiempo de asignación sumando y multiplicando en la visión, no restando ni dividiendo.

5) Debemos anhelar: la sabiduría que viene de Dios en este tiempo para nuestra vida, para no caminar según nuestro yo, sino caminar según estamos siendo dirigidos por Dios en la visión que nos permite servir.

Si no nos abrimos a la sabiduría, seremos tropiezo y en algún momento seremos puestos a un lado para dar lugar a una generación nueva que haga avanzar la visión.

Nuestro llamado es un hecho, nuestro tiempo es corto en la tierra, y la sabiduría es sin duda «indispensable» para determinar cómo caminamos y si llegamos o no, a la meta del supremo llamamiento.

Somos los escogidos, démosle valor a esto.

¡En Dios haremos proezas amado equipo!