El poder de las adversidades y de los gigantes que rodeaban al pueblo de Israel, dejó en evidencia el corazón de aquellos que iban al frente para conquistar lo que Dios había prometido.

Caleb era ejemplar en este sentido. Su mirada nunca se posó en los gigantes que estaban contra ellos, siempre su confianza estuvo fijada en el Poderoso Gigante que estaba a favor de ellos.

Esto ha sido de Caleb, un hombre que dejaba ver sus intenciones claras para conquistar e ir por aquello que Dios le había entregado. Las amenazas para Caleb, eran oportunidades para ver a Dios obrar victorias sin precedentes.

Caleb contaba con una determinación que demostraba su plena confianza en el Dios, que le había abierto la oportunidad de entrar a una tierra buena donde fluía leche y miel. Los gigantes para él representaban un estorbo que sería quitado, no era más que aquello que le motivaba a continuar hacia adelante hasta tener en sus manos el fruto de su fe, es decir, lo que Dios le prometió.

¿Qué te ha prometido Dios?

¿Cuáles son los gigantes que se han parado entre esa promesa y tú?

Si logras ver a los gigantes que están frente a ti, podrás encontrar dentro de tu corazón, las palabras, las escusas, las estructuras, que te han detenido para no continuar adelante o por el contrario, encontrarás las palabras que te han hecho perseverar como un campeón, yendo siempre hacia adelante hasta lograr la conquista.

Caleb dejó en la historia de la humanidad una frase épica: más podremos nosotros que ellos. Sin duda alguna Caleb sabía que Dios les había dado el poder para vencer y le había entregado en sus manos a todos sus enemigos.

Aquí la pregunta es: ¿Creemos que Dios nos ha dado la oportunidad de conquistar algo? ¿Un territorio, una familia, un emprendimiento, un negocio? Algo que está delante de nosotros, pero que está habitado por gigantes o que tiene estorbos del enemigo. ¿Crees poder conquistarlo? ¿Crees vencerlos? o ¿Será que Dios se equivocó?

Los gigantes, las dificultades y las circunstancias, siempre forman parte de la vida cotidiana, hasta que llega la promesa de Dios. Porque la promesa es para nosotros una declaración de victoria y para nuestros enemigos la orden de desalojo por ocupar el lugar de nuestra bendición.

Más podremos nosotros que ellos pues Dios está con nosotros y si Dios es con nosotros quién contra nosotros.