«Entonces Moisés sacó del campamento al pueblo para que fuera a su encuentro con Dios, y ellos se detuvieron al pie del monte Sinaí».
Éxodo 19:17 | Nueva Versión Internacional
Moisés había participado de pequeños encuentros personales con Dios, una y otra vez, en el monte. Había visto su gloria, había estado en su presencia, le había escuchado hablar de forma natural.
Para Moisés, un encuentro con el Señor era normal. Su experiencia con Dios era viva, real, activa, y esto le daba la autoridad para llevar al pueblo judío a vivir su propio encuentro personal con su Señor, tal y como él lo hacía.
¿Has querido que alguien cercano a ti tenga un encuentro con Dios? ¿Cómo los estás conduciendo a ese encuentro? Quizá has sentido que mientras más lo intentas más se alejan de Dios, por más que hagas uso de palabras y estrategias intensas, y bien pensadas, eso solo hace que te rechacen.
Para que nuestras vidas sean el puente que otros quieran cruzar para llegar a conocer a Jesús, deben ver en nosotros algo apetecible, esto es el fruto, y no el nuestro, sino el del Espíritu en nosotros, el cual se forja en pequeños y constantes encuentros íntimos a diarios.
Sin tu encuentro personal con tu Dios, no podrás tener la sensibilidad, ni la empatía, ni el amor del Padre, mucho menos las palabras con las cuales podrás acercar a otros a Jesús.
No podrás llevar a otros a un lugar que tú nunca has visitado, pero si has estado en ese lugar, entonces otros te seguirán sin necesidad de empujarles, coaccionarlos o manipularlos; tu vivencia los atraerá y los llevará a conocer a ese Ser, especial y único, que tú has conocido y quieres que ellos conozcan.
Haz esta oración
Amado Dios, hoy al venir a tu encuentro a través de este tiempo, quiero pedirte me permitas conocerte en lo íntimo de una manera especial y única, y que esta experiencia se convierta en un puente para que otros puedan conocerte. En el nombre de Jesús, amén.
Amén.