«Es verdad que ninguna disciplina al presente parece causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados».

Hebreos 12:11 | Reina-Valera 1960

La palabra disciplina se derivada del latín: discipulus, que significa “el que es enseñado por otro”. En la antigüedad la palabra disciplina se usaba para definir el acto de ser discipulado por un filósofo o maestro.

El Señor, a través del apóstol Pablo, nos da la clave para ser verdaderos hijos de Dios, mediante la disciplina; por tanto no lo podemos tomar a la ligera, siendo descuidados, olvidando de dónde él nos rescató y queriendo vivir la vida de manera desordenada, desenfocados de nuestra asignación.

Jesús nos dio ejemplo de humildad, obediencia y sujeción, dejando a un lado lo que habría de padecer y poniendo su mirada en Dios; acción que le dio el más grande honor y privilegio de haber sido exaltado, recibiendo un Nombre que es sobre todo nombre y el privilegio de ser por la eternidad el Rey de reyes y Señor de señores.

Una vida sin disciplina, es una vida vacía y caótica; es vivir sin una dirección. En cambio, quien ha recibido la disciplina con amor y gratitud, será llamado discípulo.

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Señor Jesús, te pido que me hagas dócil y moldeable para dejarme disciplinar. Tú eres mi alfarero, ayúdame a ser humilde, siguiendo tu ejemplo cuando al Padre obedeciste aun en medio del dolor. ¡Gracias por ser mi mejor ejemplo! Amén

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