Hay un llamado de Dios para todos, predicar el evangelio y hacer discípulos.
Querer predicar de Jesús no amerita de un micrófono o un auditorio, sino de pasión por las almas.
No es solamente atraerlos y ganarlos para Jesús, sino ayudar a las personas a encontrar su propósito y entiendan que son útiles en las manos de Dios.
Necesitamos que nuestras acciones griten más fuertes que nuestras palabras. No podemos subestimar el poder de la Palabra, tu testimonio y lo que puede hacer Jesús en la vida de otros.
Como predicadores debemos entregarnos por completo al gobierno del Espíritu Santo, imitar a Jesús y tener pasión por la salvación de otros.
Somos instrumentos de Dios para demostrar y dar su amor a toda persona.
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