Todos los desafíos que enfrentamos en nuestra vida tienen beneficios. Detrás de cada desafío está la mano de Dios para enseñarnos a confiar en Sus promesas.
El eco de nuestra generosidad reflejará en nuestras vidas qué tanto estamos siendo instrumentos de bendición en manos de Dios para con otros.
Cuando la iglesia se encuentra en un estado de adormecimiento, Dios trae un despertar de la iglesia, un avivamiento para restaurarla y llenarla de propósito.
Por medio de la Gracia, se nos enseña la santidad de Dios de tal manera que aborrecemos lo que Él aborrece y amamos lo que Él ama.
Muchas personas creen que el amor es un sentimiento, cuando en realidad es una decisión, una acción intencional de obediencia.
El Espíritu Santo vino como Viento Recio, renovador, transformador, sanador, salvador y libertador sobre nuestras vidas.
Como predicadores debemos entregarnos por completo al gobierno del Espíritu Santo, imitar a Jesús y tener pasión por la salvación de otros.
¡Nada limita a nuestro Dios! Él es nuestra fuente de provisión y semillas, podemos dar porque él nos dio primero.
Dar a Dios es una muestra de fe en sus promesas y un acto de agradecimiento que abre las puertas de la abundancia en nuestras vidas.
Dios espera que nos acerquemos a Él para construir una vida de relación, no de oportunismo o circunstancial, sino de agradecimiento y amor.
Nuestro propósito es seguir adelante para ver la mano de Dios obrar a nuestro favor, y ser provocadores de milagros.
Cuando nos sentimos acorralados por las situaciones difíciles, debemos procurar enfrentarlas y pelear, salir de ellas atacando.
Debemos entender que la oración no es una simple asignación, tiene que convertirse en tu estilo de vida y tu sentir.
