¿Haz pensado alguna vez: mi corazón me está engañando? Nuestro corazón, ese lugar profundo y complejo donde residen nuestras emociones, deseos y decisiones, tiene una asombrosa capacidad para engañarnos. A veces, podemos convencernos de aceptar una mentira cuidadosamente disfrazada de verdad aparente, sin darnos cuenta de que estamos siendo conducidos por caminos equivocados.

Desde el momento en que llegamos al mundo, Dios ha estado observando detenidamente nuestro corazón. Él conoce cada pensamiento, cada intención y cada sentimiento que guardamos en lo más íntimo de nuestro ser. Nada puede permanecer oculto ante su mirada perfecta y penetrante.

El evangelio de Lucas nos ofrece una enseñanza poderosa en esta dirección: «El hombre bueno, del tesoro bueno de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.» En estas palabras, Jesús nos lleva a reflexionar sobre la verdadera condición de nuestro interior. Cuando Él se refiere al corazón, no habla únicamente de un órgano físico, sino del núcleo más profundo de nuestra existencia: el centro afectivo que define quiénes somos y determina cómo actuamos.

Sin embargo, desde el principio, nuestro corazón ha cargado con una «bacteria» persistente que distorsiona nuestra capacidad para vivir conforme al diseño divino. Esa infección no es otra cosa que el pecado. Esta enfermedad espiritual afecta nuestras decisiones, nubla nuestro juicio y nos aparta del propósito para el cual fuimos creados. Peor aún, ignorar esta condición podría llevarnos no solo a una muerte física, sino también a una separación eterna de Dios.

Pero hay esperanza. Jesús vino a sanar lo que estaba roto. Él no solo quiere limpiar tu corazón; está dispuesto a transformarlo por completo. Su sacrificio en la cruz ofrece la solución definitiva para esa enfermedad que ninguna fuerza humana podría curar.

Hoy es el día para tomar una decisión crucial: abre tu corazón al Señor y permite que Él entre para iluminarlo y renovarlo desde adentro. Solo Jesucristo tiene el poder de traer salvación, restauración y una transformación verdadera a tu vida. Con Él, las cadenas del pecado se rompen y la condenación se sustituye por la promesa gloriosa de vida eterna. ¡Deja que Jesús sea quien habite en tu corazón y transforme tu destino!

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