Y yo me levanté…como intercesora - Líder Ysania Henríquez
Y yo me levanté…como intercesora

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Incienso agradable

Nuestro incienso agradable es anhelado por el Padre, mucho más de lo que nosotros le anhelamos a Él. Nuestro Padre siempre nos espera en el lugar íntimo.

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Y yo me levanté…como intercesora - Líder Ysania Henríquez
Ha llegado el momento en nuestras vidas de levantarnos, al punto que lleguemos a decir: Y yo me levanté…como intercesora y Dios me dio la victoria.

Y yo me levanté…como intercesora

Debe haber un momento decisivo en nuestras vidas donde haya un levantar, al punto que lleguemos a decir: Y yo me levanté…como intercesora, y Dios me dio la victoria.  

Cuando intercedemos, no lo hacemos por intereses y necesidades propias, sino por otros, tomamos su lugar. El intercesor se levanta a favor de los demás, y esto es algo maravilloso. Ciertamente, ¡Todo cristiano tiene que interceder!

¿Pero de qué se trata interceder? Es “la acción de hablar a favor de alguien para conseguirle un bien o librarle de un mal”, pero también la Palabra del Señor nos enseña, y recomienda, en 1 Timoteo 2 que debemos hacer “peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias a Dios por toda la humanidad.”

Orar por otros equivale a sembrar semillas en un terreno fértil, por supuesto que el Señor tiene memoria de nuestras necesidades, pero también anhela que nosotros las entreguemos a él y podamos interceder por nuestro prójimo, y así gozar de ese privilegio de ver lo que Él puede hacer a través de nuestra oración.

No siempre intercedemos con nuestras necesidades cubiertas, pero es ese corazón correcto y obediente el que nos permite levantarnos en medio de nuestras situaciones y orar, y ser fortalecidos mientras lo hacemos.

La forma de interceder es personal, busquemos nuestra esencia, pero hay características en común que todos los intercesores deben procurar, y de ellas nos estuvo hablando la Líder Ysania Henríquez en el tema abordado en nuestro servicio.

Los intercesores…

  • Se levantan con discernimiento del Espíritu Santo.
  • Tienen un corazón dispuesto y disponible, sensible y correcto.
  • Saben que son instrumentos en las manos de Dios, colaboradores de su Reino.
  • Leen y estudian la Palabra de manera comprometida e intencional.
  • Se paran en la brecha y se levantan haciendo vallado.
  • Reconocen que necesitan ser supervisados y orientados.
  • Necesitan ser libres, ministrados en sanidad y liberación.
  • No creen estar por encima de los demás, sus dones y talentos son administrados en sabiduría.
  • Son atalayas.
  • Tienen corazones agradecidos a Dios.
  • No deben tener puertas abiertas.
  • Son prudentes.

 

Cada vez que oramos por otra persona, invitamos a Dios a trabajar no solo en la vida de ella, sino en la nuestra; pues cosechamos conforme a nuestra siembra, y es que la intercesión es uno de los ministerios más importantes que el Señor Jesús comenzó y nos dejó en esta tierra; él fue nuestro mayor ejemplo, y su mayor demostración fue dar su vida por nosotros.

¡Hay poder en la intercesión! Sigamos haciéndolo, levantémonos por otros aún con nuestras carencias, pues sabemos que el Señor es quien suple toda nuestras necesidades.