El anonimato es un lugar especial donde podemos conectar con nosotros mismos sin las distracciones del mundo exterior. ¡Dios te saca del anonimato!
En ese espacio, podemos explorar nuestras verdaderas pasiones y propósitos sin la presión de las expectativas ajenas. Al enfrentar nuestras inseguridades y miedos en el anonimato, descubrimos la fuerza que reside en nuestro interior y la capacidad de crecer y evolucionar. Es en ese silencio, rodeados de la esencia de lo que somos, donde Dios nos revela nuestro verdadero valor y nos guía hacia un camino de autenticidad y plenitud.
Es fácil caer en la búsqueda de aprobación humana, pero el anonimato es un lugar especial. Dios te saca del anonimato.
Es allí donde el único que te conoce verdaderamente es el Señor, y Él no puede ser engañado.
Es en esos momentos de intimidad con Dios donde revelas quién eres en realidad, sin máscaras. Tal vez no seas el mejor en los estándares humanos, pero recuerda que fue Dios quien te escogió, no al revés. Su elección tiene propósito.
Los grandes instrumentos del Señor han sido, muchas veces, personas anónimas. Individuos sin nombre ni relevancia, sacados de la nada para cumplir los planes de Dios. Esta verdad nos lleva a reflexionar sobre cómo Su propósito se activa cuando para otros parece que todo ha terminado. Como nos enseñó la Pastora Liliana en este ayuno: «Donde termina para alguien, algo comienza para Dios». Mientras unos menguan, otros crecen, y Dios aún no ha terminado contigo.
Dios puede transformar tu situación en un instante, en ese «de repente» divino que cambia todo. Sin embargo, Él espera un corazón correcto y obediente. No sabemos de dónde Dios sacará a la próxima persona que será de bendición para Su pueblo, porque Él obra como quiere, cuando quiere y donde quiere.
El Señor tiene una mesa servida para cada uno de nosotros, llena de oportunidades y escenarios diferentes. En todos ellos, la misión es clara: hablar de Él y recordar al mundo que somos hijos e hijas de Dios. No importa de dónde vengas ni tu situación actual, Dios tiene un propósito eterno para ti.
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