Todos los desafíos que enfrentamos en nuestra vida tienen beneficios. Detrás de cada desafío está la mano de Dios para enseñarnos a confiar en Sus promesas.
El eco de nuestra generosidad reflejará en nuestras vidas qué tanto estamos siendo instrumentos de bendición en manos de Dios para con otros.
Cuando la iglesia se encuentra en un estado de adormecimiento, Dios trae un despertar de la iglesia, un avivamiento para restaurarla y llenarla de propósito.
Dios no se aleja de las personas, al contrario, Él anhela que seamos sus hijos y su corazón rebosa de alegría cuando nos arrepentimos y volvemos a casa.
La gracia es un regalo gratuito e inmerecido, no merecemos que el Señor haga nada por nosotros, Él lo hizo porque así lo quiso, por su amor inagotable.
Desde el momento en el que estamos llenos del Espíritu Santo, crece en nosotros la necesidad de predicar y testificar lo que el Señor ha hecho en nuestra vida
Si tenemos fe podemos hacer grandes cosas porque ya Dios se depositó en nosotros.
Cuando estamos apasionados por algo, nuestra lógica se rompe y hacemos cosas que no nos imaginábamos que podíamos hacer, porque con pasión, todo se supera.
Cuando tú y yo conocemos a Dios, sabemos que Él nunca nos va a fallar, porque está comprometido a respaldarnos cuando ese riesgo que corremos, lo dirige Él.
Levántate y ten en cuenta que el desaliento daña tu imagen, te evita cumplir tus responsabilidades y culpas a otros por tus fallas.
Las tormentas que enfrentamos, que atacan nuestra actitud y determinación para lograr nuestros sueños son parte del crecimiento.
No hay nada más maravilloso que conocer el amor de Dios para nuestra vida y recibir el regalo que nos entregó a través de su hijo Jesucristo.
Cuando el Señor pone en nuestro corazón la urgencia de predicar, llevamos el Evangelio como la verdad de Dios al desnudo para todo aquel que necesita escucharlo
