«El Señor te guiará siempre; te saciará en tierras resecas, y fortalecerá tus huesos. Serás como jardín bien regado, como manantial cuyas aguas no se agotan».

Isaías 58:11 | Nueva Versión Internacional

Desde que nacemos, nuestra vida podría compararse con una barca. En ella debemos tomar diversas decisiones que nos llevarán a navegar por el inmenso mar que esta vida representa.

En ese mar hay turbulencias, grandes olas, glaciares gigantescos, sin contar que el clima es muy marcado: De día el sol nos calienta hasta agotarnos y de noche el frío puede entumecernos. Estos continuos cambios podrían desviarnos y no dejarnos llegar a puerto seguro.

Pero existe un ser maravilloso, navegante por excelencia, que hoy te dice: Déjame dirigir tu barca, no dejaré que nada te desvíe del propósito que tengo para ti.

Jesús, nuestro Salvador, está esperando que le cedamos el timón. Solo es necesario tomar una decisión hoy y decirle: ¡Jesus guía mi barca!

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Señor Jesús, gracias porque eres mi esperanza en medio de cualquier situación. Eres mi refugio en la tempestad y hoy decido entregarte el timón de mi barca, el timón de mi vida. ¡Guíame a puerto seguro! En el nombre de Jesús, amén.

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El timón de mi vida es tuyo. Tú diriges mi barca Jesús.

¡Amén!