«Alabaré al Señor, pase lo que pase.»
Salmos 34:1 | Nueva Biblia Viva
Como hijos de Dios hemos pasado, estamos pasando o pasaremos por valles de lágrimas, desventuras y dolor. Esto no desvirtúa nuestro propósito, por el contrario afianza nuestra esencia: alabar a nuestro Señor siempre.
Las Escrituras nos enseñan que «fuimos creados para alabanza de su Gloria» (Efesios 1:6). Es decir, que nuestro trabajo es alabar.
Nuestra alabanza no es condicional, no depende de nuestro ánimo, si estamos felices o si no tenemos necesidad, si nuestra nevera está llena o si nuestra salud está intacta, ¡No, nuestra alabanza debe estar pase lo que pase!
Pablo y Silas, en su peor condición; estando recién azotados, presos en las penumbras de un calabozo deplorable e inhumano con cadenas en sus manos y cepos en sus pies, en una noche fría y muy incómoda, decidieron dar su mejor alabanza. ¿Resultado? Los cielos fueron conmovidos y como acto seguido el Señor sacudió el lugar donde estaban, abrió las cárceles y manifestó la salvación.
Nuestra alabanza es uno de los recursos más estimados en los cielos, con el poder de repercutir en donde estamos para que se manifieste lo que verdaderamente necesitamos. Así que pase lo que pase ¡Alabemos!
Haz esta oración
Amado Padre, gracias por mi vida, condición y cada situación que experimento. Tú tienes el control, ayúdame a elevar mi más genuina alabanza en mis momentos más apremiantes. Hazme un adorador en espíritu y en verdad. Amén
Espíritu Santo hazme un Adorador en Espíritu y en verdad
¡Amén, Romina! Que el Espíritu sea quien guíe nuestra adoración.
Amado padre celestial siempre quiero adorarte quiero vivir en plenitud de gozo para mostrar tus maravillas tu gozo es mi fortaleza te amo soberano Dios mi gozo viene de ti solo de ti amén
Amén, Arney. ¡El gozo del Señor es nuestra fortaleza!