«¡Yo soy el Señor! Ese es mi nombre y no daré a ningún otro mi gloria, no compartiré mi alabanza con ídolos tallados».

Isaías 42:8 | Nueva Biblia Viva

¿Te ha pasado algo como esto? Estás atravesando una situación personal, emocional, difícil, una crisis que jamás habías vivido, decides que es mucho para ti y necesitas la intervención de un tercero; el pastor, el líder o un hermano con suficiente madurez para que ore por ti, te de una palabra o un mensaje divino, o en su defecto ministre tu vida y te libere en el nombre de Jesús. ¿Te ha pasado?

¿Y te ha pasado que por alguna razón, mientras más insistes e insistes, y buscas al pastor, al líder, al hermano, parece que las cosas no fluyen, la oración no llega, el mensaje no lo recibes, el tiempo de ministración que tanto crees necesario no se ha podido dar? Y entonces nos preguntamos ¿Qué está pasando?

La respuesta es sencilla: Dios quiere llevarse toda la gloria en ese proceso de tu vida. Él quiere que tu primera y última opción sea Él. Quiere que tengas y desarrolles una relación íntima y genuina con Él, y a través de esa “relación” experimentes lo que es conocer el cuidado único de tu Amado, tu Señor, tu Salvador y Creador.

Cuando todas las puertas de terceros se cierran, la de tu Padre siempre permanece abierta para recibirte, atenderte y solucionar todo por el camino de su voluntad.

Él conoce todos tus tiempos y por lo que estás pasando ahora mismo, tiene la restauración que necesitas, la liberación oportuna, el refrigerio para tu vida, la Palabra de verdad y el mensaje de esperanza, que te hará salir con la victoria y dándole la gloria al único que siempre la ha merecido.

Haz esta oración

Amado Padre, te pido perdón cuando he puesto mi mirada y esperanza en el hombre y no en ti, que eres mi Señor. Hoy vuelvo mi mirada a ti, autor y consumador de mi fe, para que obres conforme a tu voluntad y toda la gloria sea para ti. En el nombre de Jesús, amén.

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Toda la gloria sea para ti mi Señor hoy mañana y siempre