«Y aunque tu principio haya sido pequeño, tu postrer estado será muy grande».
Job 8:7 | Reina-Valera 1960
A menudo, todo final grande es el resultado de un anhelo divino realizado en la tierra. Este fue alcanzado con esfuerzo, trabajo, intencionalidad y fidelidad, que comenzó pequeño y muy subestimable casi por cualquier persona.
Cuando vemos a través del anhelo de Dios de otorgar vida y perdón en la tierra, encontramos al gran hijo de Dios que fue a la cruz, venciendo a la muerte y el pecado, y resucitando al tercer día.
Ese final, grande e irreversible, de un Jesús glorificado, fue el resultado de una vida de santidad intencional, búsqueda, obediencia y fidelidad al anhelo divino, que un día comenzó en un establo casi insignificante y sin mucho valor para el hombre de la época, pero con mucho significado para el creador de todas las cosas.
Dentro de ti reposa un anhelo de Dios, algo que caracteriza tu vida y que ha sido destinado para hacer algo por una causa justa, que quizás es subestimado por muchos por lo que ahora mismo es, algo pequeño, pero visto con grandeza por su Creador.
Trabaja duro, esfuérzate, sé intencional, obediente y fiel a ello, el Señor se encargará de dar el crecimiento.
Haz esta oración
Amado Padre, dentro de mí reposa tu anhelo. Pon el querer como el hacer por tu perfecta voluntad para ir en pos de él. Que el Espíritu Santo me dé el enfoque necesario para hacer mi parte con fidelidad y obediencia, y aunque comience pequeño, el final será grande para la gloria de Jesús, amén.