«No importa quién planta o quién riega; lo importante es que Dios hace crecer la semilla. El que planta y el que riega trabajan en conjunto con el mismo propósito. Y cada uno será recompensado por su propio arduo trabajo».
1 Corintios 3:7-8 | Nueva Traducción Viviente
Todo gran árbol comenzó siendo una semilla, pero hay una muy especial llamada: Propósito.
Esa semilla, Dios ya la sembró en ti, aun antes de nacer, y tú las has sentido crecer, porque sus raíces se expanden cada vez que obedeces y haces lo correcto para fortalecerla, y alimentarla.
Te has preguntado “¿Qué necesita una semilla para germinar?” Además de la buena tierra, también necesita agua, una temperatura adecuada, luz y oxígeno. Si lo llevamos a nuestra vida espiritual, todos esos recursos los obtenemos al buscar a Dios, y en la medida correcta, ayudarán al crecimiento de ese hermoso propósito que hay en ti y en mí.
Pero todos ellos tienen un precio, uno que se paga con una moneda de mucho valor: tiempo.
No dejes de invertirlo en tu relación con tu Creador, solo él tiene la mano correcta para tratar nuestra tierra con amor, con paciencia y sobre todo con destreza, para quitar lo malo y apartar la plaga que quiere venir a destruir eso que ha sido sembrado en ti.
Provoca esos momentos de estar con él, de hablarle de cómo te sientes, de tus sueños y anhelos; pero también escúchalo, deja que te hable de los suyos y de sus planes para ti y a través de ti, seamos amigos de nuestro jardinero.
En Dios tenemos todo y más, pero esa relación también es una semilla, una especial que tú vas a sembrar. Ya la tierra está preparada, Papá te espera para trabajarla juntos, como padre e hijo que se dedican tiempo de calidad para fortalecer su relación.
Haz esta oración
Gracias, Papá, porque me provees de los recursos que hoy está necesitando mi tierra, para ver ese crecimiento interno de mi propósito que llegará a ser un árbol frondoso, que a su medida y en su tiempo, dará frutos ricos en bendición para otros. Sé que estoy en las mejores manos, en las tuyas, amén.
Gracias, Papá, porque me provees de los recursos que hoy está necesitando mi tierra, para ver ese crecimiento interno de mi propósito que llegará a ser un árbol frondoso, que a su medida y en su tiempo, dará frutos ricos en bendición para otros. Sé que estoy en las mejores manos, en las tuyas, amén.