El punto de partida
Inicio > Devocionales > Temporada 3 >
Compartir
Entérate...
Hallar a Cristo, es hallar la Luz de la vida.
Hallar a Cristo, es hallar la Luz de la vida. Él es la Luz de los hombres. Todo aquel que se acerca a Jesús, será iluminado por su Amor y su Gracia.
Por su infinita misericordia
Nuestra vida tiene por delante, capítulos por ser escritos, nuevas oportunidades para hacerlo mejor, pero nunca olvidemos que es por su infinita misericordia
Incienso agradable
Nuestro incienso agradable es anhelado por el Padre, mucho más de lo que nosotros le anhelamos a Él. Nuestro Padre siempre nos espera en el lugar íntimo.
El punto de partida
«Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido».
El principio nos habla de actitud, el final de la consecuencia. Entendemos pues, que el inicio siempre determinará el final (en la mayoría de los casos). El resultado final dependerá en un gran porcentaje de cómo fue su inicio. Por lo tanto, todo lo que comienza de una manera, terminará con un desatar de la consecuencia de esa misma manera.
El punto de partida para llegar al propósito, a la sanidad, a la restauración, a la edificación, o cualquier punto de interés en nuestras vidas, hablando espiritual o materialmente, siempre será la actitud con la que iniciamos. La humillación debe ser nuestra actitud, y en gran parte el arrepentimiento.
La pregunta de hoy es: ¿De verdad queremos llegar al lugar donde Dios nos ha destinado?
Un corredor de velocidad, antes de comenzar una carrera para la cual se ha preparado, tiene un punto inicial y es estar de rodillas, el tiempo que el árbitro considere hasta dar la señal que lo liberará para iniciar su recorrido. Este tiempo de rodillas para el corredor es determinante; allí debe concentrarse, enfocarse, relajarse, alinear todo su ser para lo que está a punto de comenzar, debe afinar su oído para poder reconocer el sonido de partida e inmediatamente este suene, obedecerlo para iniciar, pues no habrá tiempo que perder. Luego de este punto de partida, solo quedará correr con todas sus fuerzas y determinación para llegar hasta la meta.
Podemos usar este ejemplo del corredor, para ilustrar que Dios nos ha estado capacitando en esta vida para algunas carreras. Estas, demandan que vayamos a las rodillas, nos humillemos ante el Árbitro por excelencia; y ahí en esa posición, nos concentremos, enfoquemos, soltemos las cargas, alineemos todo nuestro ser a Él; recordemos que la carrera en cualquier momento puede comenzar y solamente humillados, quietos, confiados, enfocados, con nuestros sentidos sensibles y afinados, podremos percibir la señal de inicio, y cuando esta señal llegue, deberemos correr con todas nuestras fuerzas, con determinación, con humildad, con fe, con esperanza, pero sobretodo con dependencia porque solo Él podrá hacernos llegar hasta la meta.
No conocemos el tiempo con el que contamos en la tierra, por lo que debemos hacer todo lo posible, todo lo que esté en nuestras manos, para ser conducidos a edificar un altar de intimidad con Dios, genuino, constante y fundamental para nuestro progreso cristiano. De nosotros dependerá si queremos tener la humildad para darle valor a las enseñanzas de Jesús y retenerlas, o dejarlas correr como el agua que se escurre y ya no está más.
Renunciemos a enaltecernos; al pelear por terquedad; desobedecer por complacencia. ¿Acaso esto no nos calificará de rebeldes sin causa? Estas y otras fueron las actitudes de los fariseos ante el Hijo de Dios. Tenían tan arraigado en sus corazones su propia posición (estaban enaltecidos), que Jesús no pudo sacarlos de ahí, para hacerlos entrar en la carrera del Reino. La dureza del corazón de ellos los descalificó. Se enaltecieron, fueron humillados y no pudieron correr la carrera.
Por favor, si vamos a correr ¡Que sea para ganar!
«En una carrera son muchos los que corren, pero sólo uno obtiene el premio. Corran de tal modo que ganen la carrera». 1 Corintios 9:24 (NBV)
Toma unos minutos para orar
Amado Padre Celestial, tu que por tu Gracia me has atraído hacía ti, hoy decido humillar mi vida bajo tu poderosa mano. Entiendo que tu eres quien puede calificarme para poder alcanzar tu propósito para mi. Dame el corazón correcto y dame la humildad necesaria para que todo mi ser esté en el lugar que tu quieres. Hazme sensible para escucharte, aprender y valorar tus enseñanzas y poder así correr de tu mano hasta llegar a la meta. En el nombre de Jesús, amén.