La obediencia cuidadosa, es la clave para ser colocado en el lugar para el que estamos destinados: ir a la cabeza, estar en la cima.

El corazón humano siempre alberga el deseo de ir adelante, ser cabeza, estar en la cima, ser el primero; esto es parte de nuestro diseño. Dios nos creó a su imagen y su semejanza. Él contiene grandeza y nosotros tenemos ese ingrediente de grandeza en nuestro ADN, pero sin el buen oficio de la obediencia este sentido de grandeza nos lleva al fondo, a la cola, al lugar no deseado, pero si el merecido por nuestra acción de desobediencia.

Ilustrativamente la cabeza contiene el cerebro que direcciona todo el cuerpo, contiene cuatro de los cinco sentidos del cuerpo: vista, audición, olfato y gusto. La cabeza tiene una movilidad de 180° grados hacia los lados y hacia arriba y abajo.

Dios nunca juega con sus promesas, Él siempre las cumple. Él hará su parte si nosotros hacemos la nuestra. Nosotros escuchamos y obedecemos, él mira nuestra conducta y procede con su cumplimiento.

Vivamos de tal manera que todo nuestro ser escuche atentamente lo que muchos están ignorando intencionalmente, y propongámonos obedecer.

Escuchar con atención lo que Dios quiere enseñarnos; atesorarlo en el corazón y empeñarnos en vivirlo con obediencia cuidadosamente, nos dará un lugar privilegiado y prometido.

La lógica es enemiga de la obediencia a Dios, pues siempre preguntará ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Por qué yo?

No añadamos, no quitemos, ni olvidemos, sólo hagamos como el Señor nos lo pide en su Palabra ¿Por qué? Porque la obediencia nunca cuestiona, no es intransigente, mucho menos descuidada. La obediencia siempre responde con acciones inmediatas y coherentes, no a destiempo y con palabras arbitrarias.

No demos lugar a nuestra lógica finita, que quiere igualarse a la mente infinita del Dios Creador. 

Fuimos creados y destinados a ir a la cabeza, a estar en la cima. Tenemos el ADN de Jesús: un gran vencedor, nunca ha perdido una batalla. Él es Señor y Rey eternamente y para siempre. Su grandeza no tiene fin. Su poder es inmedible. Él es el centro de la creación y nuestro destino y propósito están en Él. Escuchemos pues con atención, lo que él quiere enseñarnos cada día, atesorandolo en nuestro corazón y empeñandonos en vivirlo con cuidadosa obediencia; esto nos llevará a un lugar privilegiado, y prometido por su Gracia: liderademos a la cabeza y desde la cima.