El pueblo recibió una Palabra de parte de Dios. Caminaron hacia ella y certificaron que era fidedigna: la tierra era increíblemente buena. Los espías habían explorado la tierra que Dios ya les había prometido y les había entregado de palabra.

Cada vez que recibimos una Palabra de parte de Dios, Él nos está direccionando en un plan, desconocido por nosotros, pero incleiblemente bueno conocido para Él. Dios no juega con nuestro destino. Él ha preparado una tierra increíblemente buena que nos espera por delante.

La Palabra de Dios para nuestras vidas, no es un decir, es un hecho. Es nuestro futuro, al que nos acercamos caminando por fe y no por vista.

Aunque hoy estemos en un desierto improductivo, la Palabra de Dios nos llama a caminar a una tierra increíblemente buena, desconocida, casi imposible, pero que tiene el sello de nuestro nombre, nos pertenece y será mostrada y entregada a su tiempo.

La Palabra de Dios hablada a nuestra vida, forma parte de algo insospechado, iluso, increíble, pero que ya forma parte de un lugar establecido en la tierra para nosotros. Caminar en obediencia es nuestra tarea.

A su tiempo veremos con nuestros ojos y palparemos con nuestras manos, lo que en un tiempo oímos con nuestros oídos: la Palabra de Dios hablada a nuestras vidas.

Él creó un lugar, preparó un destino, se anticipó y fue a nuestro futuro para sellar con nuestro nombre una tierra que nos pertenece.

Creamos sin lugar a dudas. Cuando Él habla no intenta crear algo ¡Nos habla de algo que ya fue creado y que lleva nuestro nombre! Caminemos en pos de esa Palabra y conquistaremos lo que nos ha sido entregado. ¡La tierra increíblemente buena!