¿Para quién vivimos?
«Así que, si Cristo murió por nosotros, ya no debemos vivir más para nosotros mismos, sino para Cristo, que murió y resucitó para darnos vida».
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Hallar a Cristo, es hallar la Luz de la vida.
Hallar a Cristo, es hallar la Luz de la vida. Él es la Luz de los hombres. Todo aquel que se acerca a Jesús, será iluminado por su Amor y su Gracia.
Por su infinita misericordia
Nuestra vida tiene por delante, capítulos por ser escritos, nuevas oportunidades para hacerlo mejor, pero nunca olvidemos que es por su infinita misericordia
Incienso agradable
Nuestro incienso agradable es anhelado por el Padre, mucho más de lo que nosotros le anhelamos a Él. Nuestro Padre siempre nos espera en el lugar íntimo.
¿Para quién vivimos?
«Así que, si Cristo murió por nosotros, ya no debemos vivir más para nosotros mismos, sino para Cristo, que murió y resucitó para darnos vida».
Vivimos para un propósito que va mucho más allá de nosotros, pues ya no nos pertenecemos, ni a nuestros deseos, ni a nuestros planes, ni a nuestros anhelos. Fuimos comprados a precio de sangre, por muy alto costo y así lo aceptamos, lo confesamos con nuestra boca y desde entonces, fuimos cambiados de dueño.
Nada de nosotros es nuestro, ahora toda nuestra vida le pertenece a Jesús; tenemos un nuevo propósito y es vivir para Él; para cumplir Sus anhelos, Su deseo, Su voluntad. Nuestra plenitud sólo se haya en Él.
No aceptar esto, y vivir fuera de Jesús, es decir, viviendo para nosotros mismos, sucumbiremos a nuestros deseos bajos, seremos esclavizados por el sistema de este siglo; suplicaremos como hijos bastardos las denigrantes migajas que este pobre y miserable mundo puede darnos.
Pero si por el contrario, nos establecemos, afirmamos y adentramos en el principio de que ahora vivimos para Jesús, entonces entenderemos que estamos en una posición mayor; sentados juntamente con él en los lugares celestiales. Él nos hará galardonadores de las riquezas abundantes de Su hermosa y preciosa santidad.
¿Para quién vivimos hoy? ¿Para nosotros o para Jesús?
Si apelamos a la respuesta evangélica automática que todos llevamos por dentro, diremos: -¡Para Cristo, aleluya! Pero, si le tuviéramos que decir al Espíritu Santo que respondiera por nosotros esta pregunta ¿Cuál sería su respuesta? ¿Daría fe de que verdaderamente vivimos para Jesús?
Cuando vivimos para el Rey Jesús, nuestra perspectiva de vida cambia, nuestro caminar es transformado, la consagración se nos revela y a partir de ese momento viviremos en una constante formación hasta llegar a la meta, que es estar a la estatura del varón perfecto. Aprenderemos a morir, aprenderemos también a vivir. Morimos a nuestro yo, y vivimos al Espíritu.
Romanos 14:8 (RVR1960) «Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos».
Vivimos para sus propósitos celestiales aquí en la tierra.
Toma unos minutos para orar
Gracias Padre por comprarme a precio de sangre, por pagar tan alto costo por mi vida cuando no lo merecía. Gracias por amarme primero, pues es tu amor quien me ha traído hasta aquí. Hoy decido vivir para mi Rey Jesús, entregando todo mi ser y sometiéndolo a su señorío y dominio, para ser cada día transformado a su imagen hasta llegar a la estatura del varón perfecto. En santo y poderoso nombre de Jesús, amén.